Democracia y Mercado – Los dos pilares más importantes de la civilización moderna – están a riesgo en el Perú (26-3-06)
Publicado en La Primera - Perú - 26 de marzo del 2006
La humanidad ha demorado siglos en perfeccionar y en extender la democracia y el mercado. Ninguna de estas instituciones fundamentales se ha enraizado en el Perú, pero seguimos empeñados en el esfuerzo de transitar el duro camino que conduce hacia ellas.
El mundo moderno tiene tan claros estos conceptos, que ya no son materia de sus debates electorales. En las elecciones en Europa, en Japón, en Estados Unidos y más recientemente en Chile nadie plantea debilitar la democracia o destruir la economía de mercado. Si alguien lo hiciera, no sería escuchado ni recibiría el respaldo del electorado. Sus debates fundamentales son sobre como perfeccionar el sistema.
No es posible imaginar la prosperidad o el bienestar general, sin democracia y sin mercado. Si algo nos falta en el Perú es más democracia y más mercado. Ambos son los elementos básicos de la libertad – de la libertad política y de la libertad económica.
Los peruanos somos libres a medias, porque si bien el día de hoy tenemos un gobierno democrático, aún no hemos logrado superar las limitaciones económicas que condenan a nuestras mayorías a no tener acceso a la tecnología moderna, a una buena educación y cuidado de la salud, o a los instrumentos de trabajo que nos permitan lograr una mayor productividad, ni a los estándares de consumo y bienestar que ofrece el mundo moderno.
No existe mejor sistema político que la democracia, sin ella, no hay libertad ni un verdadero respeto a la dignidad del ser humano. La democracia se basa en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás. Lamentablemente a nuestra izquierda le ha costado décadas entenderlo. Pero gran parte de ella aún no cree en el mercado, seguramente dentro de algunas décadas, también creerán en él. Mientras tanto siguen sembrado un sentido común popular resistente a la modernidad.
El mercado es el mejor mecanismo para asignar eficientemente los recursos, para crear riqueza y bienestar. La ampliación de los mercados, a través de la integración de nuestra economía al mundo global, es la mejor forma de dividir el trabajo, de especializarnos y así de aumentar nuestra productividad y los ingresos de los trabajadores. La afirmación del mercado no es la negación del estado, sino el mejor complemento de su acción efectiva.
El Perú está listo para avanzar hacia el progreso, así lo entienden una buena parte de los candidatos a la presidencia de la república, así lo entiende el Partido Aprista y Unidad Nacional. Por desgracia no lo entiende así el humalismo, cuyas propuestas, podrían destruir nuestra joven democracia y nuestro incipiente mercado.
El humalismo propone una nueva constitución para perennizarse en el poder y para permitir que su gobierno haga lo que le de la gana. Rechaza el TLC, con lo cual condenaría a millones de peruanos a perder la gran oportunidad de tener empleos productivos y un mejor estándar de vida. Pretende que sus burócratas controlen lo que ellos llaman las empresas estratégicas, con la plata del estado o con el dinero de los pensionistas, lo cual no solo significaría una paralización violenta de los procesos de inversión y de generación de empleo, sino además, la confiscación del ahorro nacional y/o la dilapidación de los recursos públicos. A cada paso que dan, siembran resentimientos y violencia, haciendo temer que su eventual gobierno sembraría el caos, el odio y el enfrentamiento entre los peruanos.
Por su verbo, sus planteamientos, sus referentes, su estilo, sus acciones violentas y por sus socios, fuera y dentro del Perú – es posible presagiar que el humalismo, instauraría un gobierno autoritario, primitivo y retardatario. Con la careta del nacionalismo, implantaría una nueva ola de mercantilismo, esa panacea de los malos empresarios que solo es fuente de privilegios, de corrupción, de inequidad, de ineficiencia y de pobreza. Con el pretexto del armamentismo chileno, pretende incrementar el presupuesto militar, o sea más corrupción y pobreza, en un país donde el estado no es capaz de mejorar la educación, la salud y la seguridad ciudadana. Intervencionismo económico teñido de resentimiento y mezclado con un nacionalismo mal entendido y contraproducente.
Los humalistas no entienden lo que es confianza, ellos creen que los inversionistas se van a acomodar a sus diseños arcaicos y fracasados. No entienden que la confianza se basa en la estabilidad y la predictibilidad. Cuando el futuro se oscurece, se aleja la inversión, especialmente la inversión de mejor calidad. Pero el tema de la confianza no se circunscribe a los inversionistas, lo mismo pasa con los ciudadanos, especialmente con los más jóvenes. Si oscurecemos nuestro futuro, no solo alejaremos a los inversionistas, también ahuyentaremos a nuestros jóvenes, los empujaremos a ser extranjeros, que buena manera de hacer nacionalismo.
Los inversionistas y los jóvenes necesitan confianza en el futuro, si no la encuentran, ambos se van.
Con los humalistas, nuestra democracia estará en riesgo y nuestra economía se enfrentará a la parálisis y el estancamiento. Felizmente, a pesar de todas las limitaciones de nuestra clase política, gran parte de los candidatos se diferencian sustancialmente de la insanía humalista y tienen muchas propuestas valiosas, como la sierra exportadora del APRA, o la sierra emprendedora de Susana Villarán, o la propuesta de Lourdes Flores de crear 650,000 empleos por año. Los políticos serios y sensatos tienen la responsabilidad de ayudar a nuestros sufridos y desconfiados ciudadanos a superar el difícil trance de enfrentar una elección pensando que no hay nada que perder – si hay mucho que perder, pensando que es hora de castigar a todos – pero castigando a sus propios hijos al negarles un futuro de prosperidad, creyendo que el nacionalismo ofrece soluciones a sus problemas – siendo más bien la condena a la falta de libertad, a la pobreza y marginalidad, y a la manipulación política.
Luchemos por impedir la destrucción de la democracia y el mercado que son nuestras mejores opciones para el desarrollo, la seguridad y el bienestar de todos los peruanos. Patriotismo Sí, nacionalismo No.
El mundo moderno tiene tan claros estos conceptos, que ya no son materia de sus debates electorales. En las elecciones en Europa, en Japón, en Estados Unidos y más recientemente en Chile nadie plantea debilitar la democracia o destruir la economía de mercado. Si alguien lo hiciera, no sería escuchado ni recibiría el respaldo del electorado. Sus debates fundamentales son sobre como perfeccionar el sistema.
No es posible imaginar la prosperidad o el bienestar general, sin democracia y sin mercado. Si algo nos falta en el Perú es más democracia y más mercado. Ambos son los elementos básicos de la libertad – de la libertad política y de la libertad económica.
Los peruanos somos libres a medias, porque si bien el día de hoy tenemos un gobierno democrático, aún no hemos logrado superar las limitaciones económicas que condenan a nuestras mayorías a no tener acceso a la tecnología moderna, a una buena educación y cuidado de la salud, o a los instrumentos de trabajo que nos permitan lograr una mayor productividad, ni a los estándares de consumo y bienestar que ofrece el mundo moderno.
No existe mejor sistema político que la democracia, sin ella, no hay libertad ni un verdadero respeto a la dignidad del ser humano. La democracia se basa en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás. Lamentablemente a nuestra izquierda le ha costado décadas entenderlo. Pero gran parte de ella aún no cree en el mercado, seguramente dentro de algunas décadas, también creerán en él. Mientras tanto siguen sembrado un sentido común popular resistente a la modernidad.
El mercado es el mejor mecanismo para asignar eficientemente los recursos, para crear riqueza y bienestar. La ampliación de los mercados, a través de la integración de nuestra economía al mundo global, es la mejor forma de dividir el trabajo, de especializarnos y así de aumentar nuestra productividad y los ingresos de los trabajadores. La afirmación del mercado no es la negación del estado, sino el mejor complemento de su acción efectiva.
El Perú está listo para avanzar hacia el progreso, así lo entienden una buena parte de los candidatos a la presidencia de la república, así lo entiende el Partido Aprista y Unidad Nacional. Por desgracia no lo entiende así el humalismo, cuyas propuestas, podrían destruir nuestra joven democracia y nuestro incipiente mercado.
El humalismo propone una nueva constitución para perennizarse en el poder y para permitir que su gobierno haga lo que le de la gana. Rechaza el TLC, con lo cual condenaría a millones de peruanos a perder la gran oportunidad de tener empleos productivos y un mejor estándar de vida. Pretende que sus burócratas controlen lo que ellos llaman las empresas estratégicas, con la plata del estado o con el dinero de los pensionistas, lo cual no solo significaría una paralización violenta de los procesos de inversión y de generación de empleo, sino además, la confiscación del ahorro nacional y/o la dilapidación de los recursos públicos. A cada paso que dan, siembran resentimientos y violencia, haciendo temer que su eventual gobierno sembraría el caos, el odio y el enfrentamiento entre los peruanos.
Por su verbo, sus planteamientos, sus referentes, su estilo, sus acciones violentas y por sus socios, fuera y dentro del Perú – es posible presagiar que el humalismo, instauraría un gobierno autoritario, primitivo y retardatario. Con la careta del nacionalismo, implantaría una nueva ola de mercantilismo, esa panacea de los malos empresarios que solo es fuente de privilegios, de corrupción, de inequidad, de ineficiencia y de pobreza. Con el pretexto del armamentismo chileno, pretende incrementar el presupuesto militar, o sea más corrupción y pobreza, en un país donde el estado no es capaz de mejorar la educación, la salud y la seguridad ciudadana. Intervencionismo económico teñido de resentimiento y mezclado con un nacionalismo mal entendido y contraproducente.
Los humalistas no entienden lo que es confianza, ellos creen que los inversionistas se van a acomodar a sus diseños arcaicos y fracasados. No entienden que la confianza se basa en la estabilidad y la predictibilidad. Cuando el futuro se oscurece, se aleja la inversión, especialmente la inversión de mejor calidad. Pero el tema de la confianza no se circunscribe a los inversionistas, lo mismo pasa con los ciudadanos, especialmente con los más jóvenes. Si oscurecemos nuestro futuro, no solo alejaremos a los inversionistas, también ahuyentaremos a nuestros jóvenes, los empujaremos a ser extranjeros, que buena manera de hacer nacionalismo.
Los inversionistas y los jóvenes necesitan confianza en el futuro, si no la encuentran, ambos se van.
Con los humalistas, nuestra democracia estará en riesgo y nuestra economía se enfrentará a la parálisis y el estancamiento. Felizmente, a pesar de todas las limitaciones de nuestra clase política, gran parte de los candidatos se diferencian sustancialmente de la insanía humalista y tienen muchas propuestas valiosas, como la sierra exportadora del APRA, o la sierra emprendedora de Susana Villarán, o la propuesta de Lourdes Flores de crear 650,000 empleos por año. Los políticos serios y sensatos tienen la responsabilidad de ayudar a nuestros sufridos y desconfiados ciudadanos a superar el difícil trance de enfrentar una elección pensando que no hay nada que perder – si hay mucho que perder, pensando que es hora de castigar a todos – pero castigando a sus propios hijos al negarles un futuro de prosperidad, creyendo que el nacionalismo ofrece soluciones a sus problemas – siendo más bien la condena a la falta de libertad, a la pobreza y marginalidad, y a la manipulación política.
Luchemos por impedir la destrucción de la democracia y el mercado que son nuestras mejores opciones para el desarrollo, la seguridad y el bienestar de todos los peruanos. Patriotismo Sí, nacionalismo No.
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