Las Dirigencias Espurias
Publicado en La Primera, Lima - 23/7/06
Cuando uno recorre el Perú y tiene la oportunidad de dialogar con gente de la base ciudadana, se percibe una fractura nueva, una falsa representación, un disloque entre el pensamiento y la agenda de las dirigencias locales y el sentir popular. “Señor, lo malo de estas reuniones es que siempre se para alguien para hablar por los pobres y los campesinos, pero nosotros estamos pensando diferente - ¿cómo se puede hacer para llevar su información a mi gente en el campo?” Me decía una campesina cusqueña, después de una presentación sobre experiencias exitosas de desarrollo y el impacto del TLC en el sector agrícola peruano, en una reunión organizada por el gobierno regional del Cusco. Lo mismo se puede comprobar en Huancayo cuando se hace evidente el contraste entre el discurso oficial de los dirigentes y el enfoque práctico de los campesinos que están buscando la oportunidad de insertarse en nuevos mercados y de desarrollar nuevos productos. O en Arequipa, cuando se le pregunta a la gente por qué hacen marchas contra el TLC y te responden que los dirigentes los obligan a marchar amenazándolos con multas de cualquier tipo. Aún así las marchas son escuálidas – pero el establishment limeño titulariza: “El sur no quiere el TLC” (Perú 21 – carátula del pasado 5 de julio), haciéndole el juego a estas falsas dirigencias que se han vuelto como una costra de resistencia a la modernidad y el progreso.
Efectivamente, por años he venido escuchando como en los conos de Lima, con el cuento del terrenito, se manipula a la gente haciéndola participar en todo tipo de actividades y levantamiento de fondos para el beneficio de dirigencias abusivas y explotadoras.
Aparentemente, la ausencia del estado, la falta de instituciones nacionales y las subvenciones de las ONG, han propiciado, a lo largo y ancho del país, la multiplicación y entronización de todo tipo de dirigencias, que han asumido la defensa del statu quo, como instrumento de defensa de su base de poder.
Solo así se entiende, ya a nivel nacional, que los dirigentes de Conveagro, uno de los mayores opositores del TLC, no sean elegidos cuando postulan al Congreso en elecciones secretas, o cuando a pesar de las manipulaciones y mentiras que diseminan por el campo, solo logran marchas raleaditas, y son desmentidos por la población, cuando las encuestas dicen que el 59% de los peruanos aprueba el TLC. Así se entiende que quienes, como Javier Diez Canseco y los dirigentes de la CGTP, que proponen distribuir la ‘Riqueza’, que en un país pobre como el Perú, representa no creer que los peruanos podamos crear más riqueza, solo logren votaciones minúsculas. Solo así hace sentido que el pueblo manifieste ahora su aprobación al Presidente Toledo, reconociendo el lado bueno de su gestión, después de haberlo castigado por su frivolidad y ausencia de liderazgo, durante casi todo su mandato – pero, ¿han escuchado a algún tipo de dirigente, que le reconozca algún mérito al presidente? Así también se entiende, que después de la batahola electoral y a pesar de las naturales resistencias que inspira el Presidente García, el sentimiento nacional empieza a mostrar síntomas de mayor confianza en su futura gestión y en general una expectativa de que se nos vienen años mejores.
La verdad, me parece, es que nuestra gente es fértil a las ideas de la modernidad, todavía tienen oídos para ideas nuevas cuando les son expresadas con sinceridad y cercanía. El Perú sigue siendo posible, no es un estado fallido, porque su gente tiene la capacidad de sumarse a la aventura de la modernidad, pero hay que llegar a ellos, hay que hacerles notar que al Perú sí le puede ir muy bien, que solo depende de cómo nos organizamos y de que estrategias de desarrollo emprendemos.
El próximo gobierno tiene una extraordinaria oportunidad de éxito, ojala no se deje arrastrar por las agendas de los falsos dirigentes, que plantean los debates constitucionales, el proteccionismo y la oposición a la integración de nuestra economía al mundo global, la revisión de los contratos y la destrucción de la economía de mercado. Hay que marcar la diferencia y asumir con valentía la conducción nacional hacia la transformación productiva, hacia la modernidad y el progreso, promoviendo el debate de una agenda diferente a la agenda política tradicional, la agenda del desarrollo.
Cuando sigamos reflexionando sobre el fenómeno del sur y sobre la búsqueda de la inclusión, y nos atrevamos a fomentar un debate nacional serio, no caigamos en el juego de las dirigencias espurias, no les demos la representación del sentir popular, no basta leer ni llegar a los intermediarios de la opinión pública, debemos llegar al ciudadano común.
La falsa representación nacional, su intermediación es otra expresión de la falencia de nuestra clase dirigente.
Mucho se ha hablado en el Perú sobre la debilidad de nuestra clase dirigente. Fue tema de gran preocupación para Manuel Pardo, Víctor Andrés Belaunde y Jorge Basadre, entre muchos otros prohombres de nuestra historia. Humildemente, creo que es una tragedia que el Perú, que tiene una gran historia, no sea parte de la historia moderna; que un país pleno de oportunidades, carezca de realizaciones; que con todos los recursos para alcanzar el desarrollo y el bienestar, y especialmente un pueblo noble, creativo y esforzado, seamos pobres. Y todo esto fundamentalmente, por los errores de nuestra clase dirigente.
Cuando hablamos de la clase dirigente y criticamos sus desaciertos, nos lamentamos que no sepa educar a las mayorías y dirigirlas hacia el esfuerzo colectivo de la construcción de una patria próspera, y asumimos, que a pesar de sus errores, representan al pueblo, expresan su pensamiento y su sentimiento – pero me temo que no es así, me parece que en el Perú se ha ido produciendo una ruptura entre la clase dirigente y los ciudadanos a quienes dicen representar.
Desde los 80 hemos visto como se ha ido devaluando el ascendiente de los partidos políticos sobre la ciudadanía, tenemos más o menos claro que los dirigentes gremiales empresariales y laborales tampoco ejercen un liderazgo suficientemente amplio, los primeros por su criticable ausencia en el debate nacional, y los segundos por su falta de sintonía con la verdadera clase trabajadora, los emprendedores y los auto-empleados. Del mismo modo es notoria la ausencia de los viejos de la tribu, de las reservas morales, como voces de alcance nacional. Sin embargo, todavía existe la sensación que en la base de la ciudadanía, en las regiones y localidades si existe, en los dirigentes de base, una representación auténtica de la opinión ciudadana; pero me parece que no es así.
Por lo tanto, es hora de acercarse a los ciudadanos comunes y corrientes con un mensaje positivo de afirmación nacional, con una visión exitosa de futuro y con un compromiso de acción auténtico y sentido, en la dirección de la construcción de una sociedad inclusiva – que pasa necesariamente, por llevar a la sierra y a los pobres, a la economía de mercado.
Efectivamente, por años he venido escuchando como en los conos de Lima, con el cuento del terrenito, se manipula a la gente haciéndola participar en todo tipo de actividades y levantamiento de fondos para el beneficio de dirigencias abusivas y explotadoras.
Aparentemente, la ausencia del estado, la falta de instituciones nacionales y las subvenciones de las ONG, han propiciado, a lo largo y ancho del país, la multiplicación y entronización de todo tipo de dirigencias, que han asumido la defensa del statu quo, como instrumento de defensa de su base de poder.
Solo así se entiende, ya a nivel nacional, que los dirigentes de Conveagro, uno de los mayores opositores del TLC, no sean elegidos cuando postulan al Congreso en elecciones secretas, o cuando a pesar de las manipulaciones y mentiras que diseminan por el campo, solo logran marchas raleaditas, y son desmentidos por la población, cuando las encuestas dicen que el 59% de los peruanos aprueba el TLC. Así se entiende que quienes, como Javier Diez Canseco y los dirigentes de la CGTP, que proponen distribuir la ‘Riqueza’, que en un país pobre como el Perú, representa no creer que los peruanos podamos crear más riqueza, solo logren votaciones minúsculas. Solo así hace sentido que el pueblo manifieste ahora su aprobación al Presidente Toledo, reconociendo el lado bueno de su gestión, después de haberlo castigado por su frivolidad y ausencia de liderazgo, durante casi todo su mandato – pero, ¿han escuchado a algún tipo de dirigente, que le reconozca algún mérito al presidente? Así también se entiende, que después de la batahola electoral y a pesar de las naturales resistencias que inspira el Presidente García, el sentimiento nacional empieza a mostrar síntomas de mayor confianza en su futura gestión y en general una expectativa de que se nos vienen años mejores.
La verdad, me parece, es que nuestra gente es fértil a las ideas de la modernidad, todavía tienen oídos para ideas nuevas cuando les son expresadas con sinceridad y cercanía. El Perú sigue siendo posible, no es un estado fallido, porque su gente tiene la capacidad de sumarse a la aventura de la modernidad, pero hay que llegar a ellos, hay que hacerles notar que al Perú sí le puede ir muy bien, que solo depende de cómo nos organizamos y de que estrategias de desarrollo emprendemos.
El próximo gobierno tiene una extraordinaria oportunidad de éxito, ojala no se deje arrastrar por las agendas de los falsos dirigentes, que plantean los debates constitucionales, el proteccionismo y la oposición a la integración de nuestra economía al mundo global, la revisión de los contratos y la destrucción de la economía de mercado. Hay que marcar la diferencia y asumir con valentía la conducción nacional hacia la transformación productiva, hacia la modernidad y el progreso, promoviendo el debate de una agenda diferente a la agenda política tradicional, la agenda del desarrollo.
Cuando sigamos reflexionando sobre el fenómeno del sur y sobre la búsqueda de la inclusión, y nos atrevamos a fomentar un debate nacional serio, no caigamos en el juego de las dirigencias espurias, no les demos la representación del sentir popular, no basta leer ni llegar a los intermediarios de la opinión pública, debemos llegar al ciudadano común.
La falsa representación nacional, su intermediación es otra expresión de la falencia de nuestra clase dirigente.
Mucho se ha hablado en el Perú sobre la debilidad de nuestra clase dirigente. Fue tema de gran preocupación para Manuel Pardo, Víctor Andrés Belaunde y Jorge Basadre, entre muchos otros prohombres de nuestra historia. Humildemente, creo que es una tragedia que el Perú, que tiene una gran historia, no sea parte de la historia moderna; que un país pleno de oportunidades, carezca de realizaciones; que con todos los recursos para alcanzar el desarrollo y el bienestar, y especialmente un pueblo noble, creativo y esforzado, seamos pobres. Y todo esto fundamentalmente, por los errores de nuestra clase dirigente.
Cuando hablamos de la clase dirigente y criticamos sus desaciertos, nos lamentamos que no sepa educar a las mayorías y dirigirlas hacia el esfuerzo colectivo de la construcción de una patria próspera, y asumimos, que a pesar de sus errores, representan al pueblo, expresan su pensamiento y su sentimiento – pero me temo que no es así, me parece que en el Perú se ha ido produciendo una ruptura entre la clase dirigente y los ciudadanos a quienes dicen representar.
Desde los 80 hemos visto como se ha ido devaluando el ascendiente de los partidos políticos sobre la ciudadanía, tenemos más o menos claro que los dirigentes gremiales empresariales y laborales tampoco ejercen un liderazgo suficientemente amplio, los primeros por su criticable ausencia en el debate nacional, y los segundos por su falta de sintonía con la verdadera clase trabajadora, los emprendedores y los auto-empleados. Del mismo modo es notoria la ausencia de los viejos de la tribu, de las reservas morales, como voces de alcance nacional. Sin embargo, todavía existe la sensación que en la base de la ciudadanía, en las regiones y localidades si existe, en los dirigentes de base, una representación auténtica de la opinión ciudadana; pero me parece que no es así.
Por lo tanto, es hora de acercarse a los ciudadanos comunes y corrientes con un mensaje positivo de afirmación nacional, con una visión exitosa de futuro y con un compromiso de acción auténtico y sentido, en la dirección de la construcción de una sociedad inclusiva – que pasa necesariamente, por llevar a la sierra y a los pobres, a la economía de mercado.
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