Sunday, June 25, 2006

El Eslabón Perdido en la prospectiva nacional – Tesis para debate

Publicado en La Primera - Lima - 25 de junio del 2006

Durante los últimos meses, con ocasión de los debates sobre el TLC, he tenido la oportunidad de conversar y debatir con una serie de ciudadanos y periodistas de provincias, y me ha llamado poderosamente la atención, un elemento común en la formación de la opinión pública provinciana, sobre el futuro del Perú.

De alguna manera, y a lo largo de mucho tiempo, en las mentes de nuestros conciudadanos provincianos, especialmente entre los de los departamentos más pobres del país, se ha ido formando y consolidando la idea de que al Perú no le puede ir bien. Ya no se imaginan que exista la posibilidad, que al Perú que ellos viven y sienten, pueda irle bien.

Desde esa perspectiva es posible entender su comportamiento, sus opciones electorales y su falta de diálogo. ¿Para que hablar con alguien en quién no se cree? Si no creo que a mi país le pueda ir bien, ¿qué importa quién lo gobierne, si no va a cambiar nada? Y en todo caso, ¿no sería mejor que gobierne alguien que afecte a los pocos que les va bien? En esencia hemos creado un país sin sensación de futuro.

De cómo se destruyó el futuro del Perú

Me parece importante tratar de elucubrar sobre los elementos que han ido construyendo nuestro descreimiento en el futuro. Es difícil imaginarse cuando puede haber empezado este proceso, es probable que las raíces de la renuncia a creer en un futuro mejor, vengan de muy atrás en nuestra historia, sin embargo hasta hace cincuenta años, en que el mundo todavía estaba acosado por guerras, Europa estaba aun empobrecida, el Asia era más pobre que el África y Estados Unidos solo se aprestaba al gran despegue de la modernidad, no habían casos de éxito que admirar y no había globalización, el mundo no estaba conectado, nuestra visión cósmica estaba reducida al entorno más cercano – es posible pensar que las expectativas de nuestra población fueran muy limitadas y era difícil imaginar una situación de vida sustancialmente diferente y mejor.

Consecuentemente, deben ser los últimos cincuenta años, el período en el cual los peruanos hemos ido destruyendo nuestra fe en el futuro. En dicho período, la humanidad no solo ha generado una revolución tecnológica sin precedentes, poniendo al alcance de las grandes mayorías un estándar de vida extraordinario, en aspectos económicos, sociales e institucionales, que ha cubierto de bienestar a más de dos mil millones de personas; también se han producido grandes y variadas historias de éxito, revoluciones económicas y sociales que han permitido a muchos países superar su condición de pobreza en tres grandes olas. Primero fueron los asiáticos, que efectivamente eran más pobres que los africanos, los que lograron insertar sus economías en las simientes del mundo global, luego se produjeron los grandes desarrollos de España, de Nueva Zelanda, Irlanda y Chile, y en los últimos pocos años, las grandes reconversiones de los países de Europa del Este, como Polonia y la República Checa, acompañados de algunas de las antiguas repúblicas soviéticas. Así mismo, durante los últimos veinticinco años, el país comunista más rabioso y delirante, la China, inicia su acceso a la economía de mercado, sacando a gran parte de su población de una situación práctica de esclavismo, llevándola a la modernidad y el bienestar.

Mientras estos países superan sus limitaciones, termina explotando la globalización que acerca a todos los ciudadanos del mundo, de manera que todos podemos apreciar y observar las experiencias y condiciones de vida de los demás. (Según Arellano, en Puno hay más penetración de Internet que en Lima).

Lamentablemente, durante los últimos cincuenta o cuarenta años, el Perú, no solo no avanza, sino que retrocede. Durante esos años, desde el primer gobierno de Belaunde, pasando por el gobierno militar, hasta el primero del Apra, el Perú comete grandes errores de política económica:

° Optamos por la sustitución de importaciones para tratar de producir autos, televisores y whisky, en Lima y en las ciudades de la costa, para beneficio de unos pocos, abandonando a nuestras regiones, renegando de nuestras actividades tradicionales y ahuyentando a la inversión privada de la agricultura, la minería y la pesca y evitando que la evolución natural de la economía permitiera la consolidación productiva de los sectores primarios y su posterior industrialización, que hubiera creado empleo, capacitación y transferencia de tecnología en las regiones.

° Nos embarcamos en la reforma agraria para que ‘los patrones no coman más de la pobreza de los campesinos’, pero solo logramos la descapitalización del campo, descapitalización de recursos económicos, tecnológicos y humanos, condenando a nuestros campesinos a la pobreza extrema – pobres produciendo para pobres.

° Implantamos la decisión 24 de la Comunidad Andina que alejó de la región y del Perú, la inversión extranjera, para propiciar un desarrollo endógeno que sigue siendo inspiración de buena parte de la burocracia de la CAN, que solo terminó propiciando una carencia estructural de inversión productiva y en infraestructuras internas y la acumulación y crecimiento desmedido de la deuda pública, para inversiones ineficientes, que terminó siendo una carga tan grande, que quebró al erario nacional y condenó a la pobreza a nuestros servidores públicos y la falencia económica a la acción social del estado.

Los resultados de estos graves errores fueron, que mientras en el mundo se producía una revolución tecnológica descomunal y el despegue de muchos países hacia la modernidad y el bienestar general, en el Perú involucionamos, retrocedimos, nos aislamos, construimos una economía excluyente, buena para los pocos privilegiados: los industriales protegidos y sus socios, los políticos populistas y los líderes gremiales de los obreros limeños. Durante esos cuarenta años, los ingresos de los peruanos colapsaron, el PBI per cápita terminó desmoronándose y retrocediendo al de 1970, el ingreso mínimo vital se redujo al 50%, los niveles de inversión colapsaron, la deuda pública creció hasta niveles absurdamente altos y los ingresos del estado se desvanecieron.

Luego vino el gobierno de Fujimori, que castrado de recursos, no tuvo la opción del populismo, y emprendió una profunda transformación hacia un manejo racional de la economía, liderando una recuperación calificada en su momento, como milagrosa, y que además logró entusiasmar a la gran mayoría de la población en un renovado impulso de fe en el futuro. Lamentablemente, este espacio de realismo terminó abruptamente en una estúpida mazamorra de corrupción, que destruyó todo lo avanzado y devolvió a los peruanos a la confusión, a la pobreza y a la pérdida de confianza en el futuro, y además resucitó a los propulsores de nuestros grandes errores históricos.

De cómo reconstruir la confianza en el futuro

Como hemos dicho muchas veces, el Perú es un país maravilloso, pleno de oportunidades, con todos los recursos necesarios para construir el desarrollo económico y social, y con un pueblo, que a pesar de las barbaridades que le hemos hecho vivir, sigue siendo esencialmente noble, creativo y trabajador, capaz de superarse y levantarse cuantas veces sea necesario para labrarse un espacio de vida individual y familiar – pero ya no cree en el colectivo nacional, ya no confía en sus líderes, ya no cree que al Perú le pueda ir bien.

Pero al Perú, Sí le puede ir muy bien. ¿Qué debemos hacer?
Vayamos pensando, por mi parte volveré pronto sobre el tema.

Sunday, June 11, 2006

Buscando el Sur

Publicado en La Primera, Lima - 11 de junio del 2006

Por fin todos los peruanos tenemos claro que en nuestro país hay regiones que están y se sienten aisladas del resto. En esencia, lo que pasa es que muchas regiones de nuestro país, en general la sierra y especialmente el sur, han sido desconectadas del mundo moderno, tanto en los aspectos económicos, como en los sociales e institucionales.

Si hablamos de la sierra sur, durante los últimos cuarenta años, no ha sucedido casi nada. La inversión productiva se ha limitado a unos pocos proyectos mineros, relativamente recientes; la agricultura fue descapitalizada por la reforma agraria, tanto de recursos económicos, como humanos y tecnológicos; el terrorismo ahuyentó por años, el turismo interno y externo; la infraestructura de telecomunicaciones y energía llegó a las ciudades más grandes, pero no a los pueblos más pequeños; en saneamiento, al igual que en el resto del país, el estado se reservó el monopolio, para aumentar las tarifas sin aumentar la cobertura ni la calidad; en carreteras se logró asfaltar la vía del Libertador a Ayacucho y la carretera de Arequipa a Juliaca y Puno, pero no se avanzo en la conexión del resto de pueblos; en educación, como en todo el Perú, se permitió que el Sutep secuestrara la educación pública, condenando a nuestros jóvenes al aislamiento más espantoso, sin dar por lo menos una cabal comprensión de lectura, ni el dominio de las operaciones matemáticas básicas; en la salud, el abandono del estado, por su orientación burocrática e incapacidad administrativa, auspició los niveles más altos de pobreza y desnutrición infantil; en seguridad y administración de justicia fue tal el abandono que los linchamientos y la justicia popular se convirtieron en el pan de cada día.

Mientras todo esto sucedía, desde Lima alentamos estrategias equivocadas de desarrollo, como la sustitución de importaciones, ese modelo Cepalino, en esencia citadino y limeño, que sirvió de base para la más hipócrita alianza entre nuestros políticos populistas, empresarios mercantilistas y líderes sindicales de los obreros limeños. Con ese modelo de los años 60 y 70, que sigue inspirando a buena parte de nuestra clase dirigente, se rompió en definitiva la posibilidad de fomentar un desarrollo inclusivo, puesto que en vez de alentar la inversión en los sectores primarios, que están todos en las regiones y no en Lima, y sobre esa base, alentar la inversión en la industrialización de nuestras materias primas, como en la transformación de nuestros productos agrícolas, pesqueros, forestales y mineros, pretendimos fabricar autos malos y caros, en beneficio de unos pocos privilegiados. Así perdimos la oportunidad de superar la pobreza histórica del sur y durante los últimos cuarenta años, construimos la exclusión que hoy nos asombra, así rompimos nuestro proceso natural de desarrollo. Si hubiéramos basado nuestra industrialización en función de nuestros recursos primarios, el crecimiento se hubiera dado en las regiones, como recién está sucediendo en los últimos años, y no en Lima. Las Bambas, Camisea y Antamina debieron estar produciendo por lo menos hace veinte años, pero fueron aguantados por nuestros políticos-anti-inversión, ¿palmas a ellos?

El camino del bienestar

¿Por donde vamos ahora? Como proponen algunos, ¿rechazando el TLC, nacionalizando los sectores estratégicos y ahuyentando la inversión? ¿O nos toca corregir errores de décadas, para poner al Perú y especialmente a la sierra, en el camino del desarrollo sostenible? – Sin el desarrollo de la sierra, jamás desarrollará el Perú.

En el resto del mundo hay más de dos mil millones de personas que viven en el bienestar general, muchísimos países, a lo largo y ancho del planeta, han alcanzado la prosperidad, todos ellos, subrayo, todos ellos, han usado los mismos ingredientes para alcanzar el desarrollo, han promovido la inversión productiva, han abierto sus economías, han desarrollado sus infraestructuras internas, han aumentado la productividad de sus pobres, han educado a sus poblaciones, les han dado cobertura de salud, seguridad y justicia. Nosotros tenemos que usar los mismos ingredientes para lograr nuestra receta del desarrollo, a nuestra manera, con esos ingredientes, que son los ingredientes del éxito, tenemos que desarrollar nuestras estrategias de desarrollo – de un desarrollo integral en lo económico, social e institucional, inclusivo y sostenible.

Para ello, el Perú es efectivamente un país privilegiado, tenemos gente trabajadora y creativa y todos los recursos que podemos imaginarnos, para convertirlos en riqueza. Habría que aconsejarles a nuestros políticos, a nuestros empresarios y periodistas, que al levantarse, hojeen los libros de Antonio Brack Egg, para que todos los días encendamos la chispa de la inspiración sobre lo que podemos hacer para dejar la pobreza, y con nuestro esfuerzo y con nuestra inteligencia, pasemos de las posibilidades a las realizaciones, rechazando las ideas fracasadas y que ningún país exitoso aplica en el mundo de hoy.

El Desarrollo Integral e Inclusivo del Sur

Si queremos revertir la situación de pobreza del sur y del resto del Perú, no podemos cometer los mismos errores, más bien tenemos que enmendarlos.

Algunas ideas para el debate:

1. Generar un ambiente de confianza en el futuro, tanto para nuestros jóvenes, que están optando por emigrar, como para los inversionistas locales y extranjeros.

2. Explicarle a la población que sin inversión y crecimiento, no habrán recursos para superar la pobreza. El Perú debe crecer sostenidamente por lo menos al 7% anual y para eso debemos invertir como mínimo el 25% del PBI.

3. No basta con repartir y gastar eficientemente los recursos del canon – hay que crear riqueza en el sur y el resto de la sierra.

4. Entender que el desarrollo integral es como el devenir de una vía férrea, un riel es el desarrollo económico, otro el social y los durmientes son el institucional, hay que avanzar en paralelo en los tres aspectos, de lo contrario no se llega a ninguna parte.

5. El desarrollo económico tiene que balancear adecuadamente el sector externo y el interno, alentando la gran inversión (indispensable para la recaudación tributaria, la transferencia de tecnología y la generación de empleo de calidad), así como el fortalecimiento de las Pyme (indispensable para la generación masiva de empleo y el aumento de la productividad de los oficios tradicionales). Las siguientes avenidas de desarrollo económico configuran un esquema balanceado:

° Integración comercial de la economía al mundo global – TLC con EEUU, con Europa y con los principales países asiáticos; aceleración del avance de las inter-oceánicas.
° Promoción agresiva de la inversión en las infraestructuras internas.
° Buscar el acceso de los pobres a la economía de mercado, para aumentar su productividad, a través de: la ampliación de los mercados, el desarrollo de las infraestructuras, la capacitación societaria para ayudarlos a formar sus empresas y a contratar con terceros, capacitación tecnológica, acceso al crédito, titulación, cadenas productivas, pools de maquinarias, simplificación administrativa y tributaria, y el fomento de las actividades de extensión social y productiva de las grandes empresas, especialmente de las mineras.

6. Desarrollo social, en base a una revolución educativa que pasa por rescatar la educación pública de su secuestro por parte del Sutep. (Esto requiere coraje).
Eliminación de la desnutrición infantil.
Fondo para el Impulso Social, 5 mil millones de dólares de recursos extraordinarios para acompasar el desarrollo económico y social, producto de privatizaciones y concesiones.

7. Desarrollo institucional, implantando el imperio de la ley, defendiendo la propiedad y promoviendo la estabilidad de las reglas de juego.

8. Acercar la toma de decisiones al sur, empoderar con capacidades, a los gobiernos regionales, y establecer una red de coordinación con el gobierno central, no burocratizada, para agilizar los procesos de inversión y los programas sociales.

Hay mucho que hacer, es hora que todos los peruanos pongamos el hombro.