La nueva economía global y el precio de los alimentos
Publicado en la Revista Negocios Internacionales, COMEX, Lima, Junio 2008
La gran transformación que se viene dando en la economía global, nos está haciendo notar uno de sus impactos a través del aumento del precio de los alimentos, que se aceleró desde mediados del año pasado.
Lógicamente, ya se están produciendo una serie de reacciones a este proceso, muchas de ellas son ‘folly decisions’ o decisiones disparatadas, como prohibir la exportación de alimentos, lo que desincentiva su producción, cuando lo que la humanidad necesita es una mayor producción de alimentos. Lamentablemente las situaciones de estrés generan el riesgo de malas decisiones públicas, especialmente cuando se tienen liderazgos pobres.
Hoy día, los países emergentes son responsables del 50% del producto global, del 50% del consumo de energía y del 40% de las exportaciones, crecen al 6% anual y están, según Kishore Mahbubani están en una imparable ‘Marcha hacia la Modernidad’. El crecimiento actual de los países emergentes se caracteriza por dos fenómenos importantes, un proceso de inversión altamente concentrado en obras de infraestructuras que demandan commodities industriales como son los metales, el petróleo y el acero; y una acelerada reducción de la pobreza incorporando a millones de personas al mercado, con el consiguiente crecimiento de la demanda por alimentos, especialmente de carnes que a su vez multiplican la demanda por granos.
Una primera conclusión es que el aumento del precio de los commodities es estructural y su sustento principal es el crecimiento de los países emergentes. A esto se suman otros procesos adicionales de menor impacto estructural, como la producción de etanol de maíz en EEUU, la larga sequía en Australia y la crisis financiera americana que origina la relocalización de excedentes de liquidez global, desde los mercados financieros a los de commodities industriales y de alimentos.
Estos procesos generan varios impactos importantes en la economía peruana. Para empezar se reversa el largo ciclo de reducción de los precios de los alimentos en beneficio de la ciudad y perjuicio del campo. Así tenemos que durante el último año, los productores peruanos de maíz, trigo, algodón y palma aceitera y más recientemente los de arroz, se han beneficiado de un incremento sustancial de su renta, lo que es muy importante, pues los campesinos peruanos, nuestros pobres, que son dueños de sus tierras, son los directamente beneficiados. Por otro lado se generan presiones de precios sobre los habitantes de las ciudades, que si bien no se pueden desconocer y es necesario paliar sus efectos, este proceso coincide con un importante ciclo de incremento de los ingresos urbanos.
El aumento de precios de los alimentos básicos establecerá incentivos positivos a la sustitución de alimentos básicos por productos autóctonos como la papa, yuca y camote, y un incremento del consumo de pescado, que a pesar de nuestra amplia y rica oferta ictiológica, mantiene una proporción muy baja en la canasta de consumo de los peruanos.
Nótese que, según Jeffrey Sachs, la nueva revolución productiva alimentaria será la ‘Revolución Azul’, la de la acuicultura, que para variar tiene un tremendo potencial en el ‘Infinito Perú’, tanto en nuestros mares, como en las cochas de la sierra y los ríos de la selva. Ya el 30% del consumo mundial de alimentos viene de la acuicultura y China es el líder.
En cuanto a los biocombustibles, los cambios de precios relativos generan una gran oportunidad para la producción de etanol y biodiesel desde caña de azúcar y palma aceitera respectivamente. En el caso del etanol, el que se produce de maíz en EEUU es antieconómico, ambientalmente negativo y con incidencia negativa en la oferta de alimentos, pero el etanol de caña, como el producido por Brasil, es económico, ambientalmente positivo y no tiene incidencia en la oferta de alimentos, pues como eventualmente se dará en el Perú, su desarrollo se da en tierras eriazas y recuperando áreas deforestadas. En resumen, el aumento de precios de los alimentos es estructural. En el Perú su impacto es positivo para los pobres del campo, y establece incentivos importantes para algunos cambios sustentables en nuestros hábitos de consumo, así como para el desarrollo de nuevas fuentes de producción. Pero el resultado final dependerá de la calidad de nuestras políticas públicas que pueden potenciar los aspectos positivos o errar como varios de nuestros vecinos. Felizmente estos temas están lejos de la egida parlamentaria.
Lógicamente, ya se están produciendo una serie de reacciones a este proceso, muchas de ellas son ‘folly decisions’ o decisiones disparatadas, como prohibir la exportación de alimentos, lo que desincentiva su producción, cuando lo que la humanidad necesita es una mayor producción de alimentos. Lamentablemente las situaciones de estrés generan el riesgo de malas decisiones públicas, especialmente cuando se tienen liderazgos pobres.
Hoy día, los países emergentes son responsables del 50% del producto global, del 50% del consumo de energía y del 40% de las exportaciones, crecen al 6% anual y están, según Kishore Mahbubani están en una imparable ‘Marcha hacia la Modernidad’. El crecimiento actual de los países emergentes se caracteriza por dos fenómenos importantes, un proceso de inversión altamente concentrado en obras de infraestructuras que demandan commodities industriales como son los metales, el petróleo y el acero; y una acelerada reducción de la pobreza incorporando a millones de personas al mercado, con el consiguiente crecimiento de la demanda por alimentos, especialmente de carnes que a su vez multiplican la demanda por granos.
Una primera conclusión es que el aumento del precio de los commodities es estructural y su sustento principal es el crecimiento de los países emergentes. A esto se suman otros procesos adicionales de menor impacto estructural, como la producción de etanol de maíz en EEUU, la larga sequía en Australia y la crisis financiera americana que origina la relocalización de excedentes de liquidez global, desde los mercados financieros a los de commodities industriales y de alimentos.
Estos procesos generan varios impactos importantes en la economía peruana. Para empezar se reversa el largo ciclo de reducción de los precios de los alimentos en beneficio de la ciudad y perjuicio del campo. Así tenemos que durante el último año, los productores peruanos de maíz, trigo, algodón y palma aceitera y más recientemente los de arroz, se han beneficiado de un incremento sustancial de su renta, lo que es muy importante, pues los campesinos peruanos, nuestros pobres, que son dueños de sus tierras, son los directamente beneficiados. Por otro lado se generan presiones de precios sobre los habitantes de las ciudades, que si bien no se pueden desconocer y es necesario paliar sus efectos, este proceso coincide con un importante ciclo de incremento de los ingresos urbanos.
El aumento de precios de los alimentos básicos establecerá incentivos positivos a la sustitución de alimentos básicos por productos autóctonos como la papa, yuca y camote, y un incremento del consumo de pescado, que a pesar de nuestra amplia y rica oferta ictiológica, mantiene una proporción muy baja en la canasta de consumo de los peruanos.
Nótese que, según Jeffrey Sachs, la nueva revolución productiva alimentaria será la ‘Revolución Azul’, la de la acuicultura, que para variar tiene un tremendo potencial en el ‘Infinito Perú’, tanto en nuestros mares, como en las cochas de la sierra y los ríos de la selva. Ya el 30% del consumo mundial de alimentos viene de la acuicultura y China es el líder.
En cuanto a los biocombustibles, los cambios de precios relativos generan una gran oportunidad para la producción de etanol y biodiesel desde caña de azúcar y palma aceitera respectivamente. En el caso del etanol, el que se produce de maíz en EEUU es antieconómico, ambientalmente negativo y con incidencia negativa en la oferta de alimentos, pero el etanol de caña, como el producido por Brasil, es económico, ambientalmente positivo y no tiene incidencia en la oferta de alimentos, pues como eventualmente se dará en el Perú, su desarrollo se da en tierras eriazas y recuperando áreas deforestadas. En resumen, el aumento de precios de los alimentos es estructural. En el Perú su impacto es positivo para los pobres del campo, y establece incentivos importantes para algunos cambios sustentables en nuestros hábitos de consumo, así como para el desarrollo de nuevas fuentes de producción. Pero el resultado final dependerá de la calidad de nuestras políticas públicas que pueden potenciar los aspectos positivos o errar como varios de nuestros vecinos. Felizmente estos temas están lejos de la egida parlamentaria.