Buscando al gerente social
Publicado en Semana Económica - Edición: 1030 - Grupo Apoyo
Lima, 27 de Julio del 2006 -
Es claro el papel del gerente en la empresa, pero ¿cómo se circunscribe su labor frente a las necesidades sociales del país?
El espacio tradicional de acción del gerente moderno ha sido hasta hace poco, esencialmente, el mapa de la eficiencia empresarial, que se expresa a través de la búsqueda del crecimiento del negocio, el aumento del market share, el incremento de la rentabilidad, la solidificación de las marcas o, si se quiere, el aumento del valor de la empresa. Labor fundamental y de alto impacto social, entendido en el sentido amplio de la palabra, mediante su aporte al fortalecimiento de la economía de mercado, el modelo más eficiente para la creación de riqueza y de bienestar social.
Hasta hace poco tiempo, las fuentes principales de inspiración de la instrumentación de los gerentes modernos han sido la formación y patrones producidos por la carrera de los MBA, las prácticas y manuales gerenciales inspirados en la exitosa experiencia de las empresas norteamericanas y los sistemas de reporte trimestral y anual, que expresan una cuidadosa medición de objetivos, la mayoría de los cuales son necesariamente de corto plazo.
Sin embargo, entrando en el siglo XXI, el “empoderamiento” social creado por la Internet y la formación de organizaciones de la sociedad civil, de la mano con los académicos de la ciencia de los negocios, han producido la chispa de una reacción en cadena que está ampliando sustancialmente el ámbito de ocupación de la empresa moderna. Hoy, la literatura de negocios y la práctica empresarial –especialmente la de las empresas multinacionales y las vinculadas a los recursos naturales – está incorporando al quehacer empresarial temas como responsabilidad corporativa, responsabilidad social y responsabilidad ambiental. Ya no se puede concebir el desarrollo de un negocio importante sin cuidar la interrelación de la empresa con su entorno ampliado, más allá de sus proveedores y clientes, con su ámbito social de operación y con la sociedad en su conjunto.
Es cierto que este proceso está aún en marcha. Por ejemplo, si bien ya hay una serie de programas académicos (MBA) que han incorporado “el color verde” en sus currículos –haciendo parte de sus programas e incluyendo en las diferentes materias de estudio los temas y criterios sociales y ambientales, todavía se está discutiendo la transformación de los programas de estudios en buena parte del mundo académico. Igualmente, en el mundo corporativo, como discutía The Economist hace algunos meses, todavía muchas empresas se dan “golpes de pecho” estableciendo espacios burocráticos y asignando responsabilidades específicas para los aspectos sociales y ambientales, pero no han incorporado aun estos aspectos a lo largo y ancho de sus organizaciones.
Sin embargo, la ola de transformación del ámbito de los negocios ya está en marcha y el proceso sólo se dirige a su profundización y a la ampliación de su cobertura. En el futuro próximo no habrá proyecto empresarial de importancia que no cuente con sólidos esfuerzos previos de consideraciones sociales y ambientales, así como no habrá negocio considerable en marcha que no maneje la agenda ampliada.
Desde un punto de vista filosófico, o si se quiere, por sentido común, es evidente que la sostenibilidad de un negocio está íntimamente vinculada a su entorno, pero como dicen los británicos “necessity is the mother of invention”. La necesidad está planteada.
¿Cómo entender esto en el Perú?
En mi opinión, el caso del Perú es todavía muchísimo más álgido en cuanto a la necesidad de ampliar la frontera del ámbito de los negocios hacia la cobertura de los aspectos sociales y ambientales.
Y no porque al incorporarnos paulatinamente al mundo global tenemos que adoptar sus estándares, ni por el ejemplo de las empresas extranjeras que operan en nuestro país, ni por la gran dinámica social de las empresas mineras modernas –aún no reconocida por el resto de la sociedad, sino porque el Perú está enfermo. Enfermo por el alto nivel de pobreza y exclusión que nos agobia; porque todavía no entendemos la importancia de la economía de mercado para la creación de riqueza y el bienestar social; por el deslucimiento de la imagen del empresario, agente esencial de la creación de riqueza; porque nuestras instituciones nacionales compiten por el menor nivel de prestigio; y porque estamos atravesando una crisis generalizada de confianza que se expresa en el propio desprestigio de nuestras instituciones, en ese 87% de nuestros jóvenes que planean emigrar y en el bajo nivel de inversión (19% del PBI) que atrae nuestra economía, a pesar de sus múltiples y variadas potencialidades.
El enfoque geosocial del gerente peruano
Las últimas elecciones generales nos han ayudado a explicitar nuestras debilidades y carencias sociales, han creado expectativas sobre las futuras acciones de gobierno en la sierra y en el sur, y nos han hecho sentir lo precaria que es la sostenibilidad de nuestra economía de mercado e, incluso, la de nuestra democracia.
La necesidad y la oportunidad están claras: o nos ocupamos por transformar el Perú hacia una economía inclusiva, trayendo los pobres hacia la economía de mercado, y durante los próximos cinco años nos aseguramos de hacer sentir a los ‘más’ que son parte de la creación del proyecto de futuro; o nos veremos en una situación de alto riesgo de discontinuidad de nuestro incipiente proceso de desarrollo económico, social e institucional.
Para enfrentar esta situación es evidente que las empresas peruanas – todas las que operan en el Perú – y sus gerentes, deben incorporar a su quehacer los más avanzados códigos de responsabilidad corporativa, responsabilidad social y responsabilidad ambiental pero, en mi opinión, creo que debiéramos ir mucho más allá.
Considero que los empresarios y gerentes como individuos y miembros privilegiados de la clase dirigente, más allá de sus funciones empresariales –y aún más allá de las funciones ampliadas que hemos revisado – tienen la necesidad y la responsabilidad de tener una presencia abierta y transparente en el debate nacional. Otra responsabilidad es dar el ejemplo con sus acciones sobre lo que es una empresa moderna, que no debe acercarse al poder político, sino que tiene que comprometerse con el Estado de Derecho, como decía Jean Francois Revel. Tienen que mostrarle al ciudadano común que sus intereses, por lo demás legítimos, se defienden encima de la mesa y no, como es usual, en oscuros conciliábulos.
Pero, además, hay que educar al país; enseñarle al pueblo lo que es el desarrollo; hablarles sobre las experiencias exitosas de otros países; hablarles de nuestras potencialidades; y, sobre todo, hay que contagiarlos de entusiasmo en el futuro, con una visión positiva sobre las inmensas oportunidades de desarrollo que tiene el Perú en todas sus regiones.
Si hacemos las cosas bien durante los próximos años veremos un sustancial incremento de la inversión en las regiones, especialmente en la sierra, tanto de inversión en infraestructuras internas como de inversión productiva en agricultura, minería, pesca, forestaría y turismo. Allí donde están la exclusión y la pobreza, donde están los ciudadanos olvidados que a diferencia y a pesar de la costra dirigencial que dice representarlos, todavía tienen las mentes fértiles y la actitud del individuo moderno, que se levanta después de cada caída y sigue buscando una nueva oportunidad.
Este es el mejor escenario posible para la acción constructiva y la presencia ciudadana del gerente moderno, del gerente con un adecuado enfoque geosocial.