Sunday, July 30, 2006

Buscando al gerente social

Publicado en Semana Económica - Edición: 1030 - Grupo Apoyo
Lima, 27 de Julio del 2006 -

Es claro el papel del gerente en la empresa, pero ¿cómo se circunscribe su labor frente a las necesidades sociales del país?


El espacio tradicional de acción del gerente moderno ha sido hasta hace poco, esencialmente, el mapa de la eficiencia empresarial, que se expresa a través de la búsqueda del crecimiento del negocio, el aumento del market share, el incremento de la rentabilidad, la solidificación de las marcas o, si se quiere, el aumento del valor de la empresa. Labor fundamental y de alto impacto social, entendido en el sentido amplio de la palabra, mediante su aporte al fortalecimiento de la economía de mercado, el modelo más eficiente para la creación de riqueza y de bienestar social.
Hasta hace poco tiempo, las fuentes principales de inspiración de la instrumentación de los gerentes modernos han sido la formación y patrones producidos por la carrera de los MBA, las prácticas y manuales gerenciales inspirados en la exitosa experiencia de las empresas norteamericanas y los sistemas de reporte trimestral y anual, que expresan una cuidadosa medición de objetivos, la mayoría de los cuales son necesariamente de corto plazo.
Sin embargo, entrando en el siglo XXI, el “empoderamiento” social creado por la Internet y la formación de organizaciones de la sociedad civil, de la mano con los académicos de la ciencia de los negocios, han producido la chispa de una reacción en cadena que está ampliando sustancialmente el ámbito de ocupación de la empresa moderna. Hoy, la literatura de negocios y la práctica empresarial –especialmente la de las empresas multinacionales y las vinculadas a los recursos naturales – está incorporando al quehacer empresarial temas como responsabilidad corporativa, responsabilidad social y responsabilidad ambiental. Ya no se puede concebir el desarrollo de un negocio importante sin cuidar la interrelación de la empresa con su entorno ampliado, más allá de sus proveedores y clientes, con su ámbito social de operación y con la sociedad en su conjunto.
Es cierto que este proceso está aún en marcha. Por ejemplo, si bien ya hay una serie de programas académicos (MBA) que han incorporado “el color verde” en sus currículos –haciendo parte de sus programas e incluyendo en las diferentes materias de estudio los temas y criterios sociales y ambientales, todavía se está discutiendo la transformación de los programas de estudios en buena parte del mundo académico. Igualmente, en el mundo corporativo, como discutía The Economist hace algunos meses, todavía muchas empresas se dan “golpes de pecho” estableciendo espacios burocráticos y asignando responsabilidades específicas para los aspectos sociales y ambientales, pero no han incorporado aun estos aspectos a lo largo y ancho de sus organizaciones.
Sin embargo, la ola de transformación del ámbito de los negocios ya está en marcha y el proceso sólo se dirige a su profundización y a la ampliación de su cobertura. En el futuro próximo no habrá proyecto empresarial de importancia que no cuente con sólidos esfuerzos previos de consideraciones sociales y ambientales, así como no habrá negocio considerable en marcha que no maneje la agenda ampliada.
Desde un punto de vista filosófico, o si se quiere, por sentido común, es evidente que la sostenibilidad de un negocio está íntimamente vinculada a su entorno, pero como dicen los británicos “necessity is the mother of invention”. La necesidad está planteada.

¿Cómo entender esto en el Perú?
En mi opinión, el caso del Perú es todavía muchísimo más álgido en cuanto a la necesidad de ampliar la frontera del ámbito de los negocios hacia la cobertura de los aspectos sociales y ambientales.
Y no porque al incorporarnos paulatinamente al mundo global tenemos que adoptar sus estándares, ni por el ejemplo de las empresas extranjeras que operan en nuestro país, ni por la gran dinámica social de las empresas mineras modernas –aún no reconocida por el resto de la sociedad, sino porque el Perú está enfermo. Enfermo por el alto nivel de pobreza y exclusión que nos agobia; porque todavía no entendemos la importancia de la economía de mercado para la creación de riqueza y el bienestar social; por el deslucimiento de la imagen del empresario, agente esencial de la creación de riqueza; porque nuestras instituciones nacionales compiten por el menor nivel de prestigio; y porque estamos atravesando una crisis generalizada de confianza que se expresa en el propio desprestigio de nuestras instituciones, en ese 87% de nuestros jóvenes que planean emigrar y en el bajo nivel de inversión (19% del PBI) que atrae nuestra economía, a pesar de sus múltiples y variadas potencialidades.
El enfoque geosocial del gerente peruano
Las últimas elecciones generales nos han ayudado a explicitar nuestras debilidades y carencias sociales, han creado expectativas sobre las futuras acciones de gobierno en la sierra y en el sur, y nos han hecho sentir lo precaria que es la sostenibilidad de nuestra economía de mercado e, incluso, la de nuestra democracia.
La necesidad y la oportunidad están claras: o nos ocupamos por transformar el Perú hacia una economía inclusiva, trayendo los pobres hacia la economía de mercado, y durante los próximos cinco años nos aseguramos de hacer sentir a los ‘más’ que son parte de la creación del proyecto de futuro; o nos veremos en una situación de alto riesgo de discontinuidad de nuestro incipiente proceso de desarrollo económico, social e institucional.
Para enfrentar esta situación es evidente que las empresas peruanas – todas las que operan en el Perú – y sus gerentes, deben incorporar a su quehacer los más avanzados códigos de responsabilidad corporativa, responsabilidad social y responsabilidad ambiental pero, en mi opinión, creo que debiéramos ir mucho más allá.
Considero que los empresarios y gerentes como individuos y miembros privilegiados de la clase dirigente, más allá de sus funciones empresariales –y aún más allá de las funciones ampliadas que hemos revisado – tienen la necesidad y la responsabilidad de tener una presencia abierta y transparente en el debate nacional. Otra responsabilidad es dar el ejemplo con sus acciones sobre lo que es una empresa moderna, que no debe acercarse al poder político, sino que tiene que comprometerse con el Estado de Derecho, como decía Jean Francois Revel. Tienen que mostrarle al ciudadano común que sus intereses, por lo demás legítimos, se defienden encima de la mesa y no, como es usual, en oscuros conciliábulos.
Pero, además, hay que educar al país; enseñarle al pueblo lo que es el desarrollo; hablarles sobre las experiencias exitosas de otros países; hablarles de nuestras potencialidades; y, sobre todo, hay que contagiarlos de entusiasmo en el futuro, con una visión positiva sobre las inmensas oportunidades de desarrollo que tiene el Perú en todas sus regiones.
Si hacemos las cosas bien durante los próximos años veremos un sustancial incremento de la inversión en las regiones, especialmente en la sierra, tanto de inversión en infraestructuras internas como de inversión productiva en agricultura, minería, pesca, forestaría y turismo. Allí donde están la exclusión y la pobreza, donde están los ciudadanos olvidados que a diferencia y a pesar de la costra dirigencial que dice representarlos, todavía tienen las mentes fértiles y la actitud del individuo moderno, que se levanta después de cada caída y sigue buscando una nueva oportunidad.
Este es el mejor escenario posible para la acción constructiva y la presencia ciudadana del gerente moderno, del gerente con un adecuado enfoque geosocial.

Monday, July 24, 2006

Las Dirigencias Espurias

Publicado en La Primera, Lima - 23/7/06

Cuando uno recorre el Perú y tiene la oportunidad de dialogar con gente de la base ciudadana, se percibe una fractura nueva, una falsa representación, un disloque entre el pensamiento y la agenda de las dirigencias locales y el sentir popular. “Señor, lo malo de estas reuniones es que siempre se para alguien para hablar por los pobres y los campesinos, pero nosotros estamos pensando diferente - ¿cómo se puede hacer para llevar su información a mi gente en el campo?” Me decía una campesina cusqueña, después de una presentación sobre experiencias exitosas de desarrollo y el impacto del TLC en el sector agrícola peruano, en una reunión organizada por el gobierno regional del Cusco. Lo mismo se puede comprobar en Huancayo cuando se hace evidente el contraste entre el discurso oficial de los dirigentes y el enfoque práctico de los campesinos que están buscando la oportunidad de insertarse en nuevos mercados y de desarrollar nuevos productos. O en Arequipa, cuando se le pregunta a la gente por qué hacen marchas contra el TLC y te responden que los dirigentes los obligan a marchar amenazándolos con multas de cualquier tipo. Aún así las marchas son escuálidas – pero el establishment limeño titulariza: “El sur no quiere el TLC” (Perú 21 – carátula del pasado 5 de julio), haciéndole el juego a estas falsas dirigencias que se han vuelto como una costra de resistencia a la modernidad y el progreso.

Efectivamente, por años he venido escuchando como en los conos de Lima, con el cuento del terrenito, se manipula a la gente haciéndola participar en todo tipo de actividades y levantamiento de fondos para el beneficio de dirigencias abusivas y explotadoras.

Aparentemente, la ausencia del estado, la falta de instituciones nacionales y las subvenciones de las ONG, han propiciado, a lo largo y ancho del país, la multiplicación y entronización de todo tipo de dirigencias, que han asumido la defensa del statu quo, como instrumento de defensa de su base de poder.

Solo así se entiende, ya a nivel nacional, que los dirigentes de Conveagro, uno de los mayores opositores del TLC, no sean elegidos cuando postulan al Congreso en elecciones secretas, o cuando a pesar de las manipulaciones y mentiras que diseminan por el campo, solo logran marchas raleaditas, y son desmentidos por la población, cuando las encuestas dicen que el 59% de los peruanos aprueba el TLC. Así se entiende que quienes, como Javier Diez Canseco y los dirigentes de la CGTP, que proponen distribuir la ‘Riqueza’, que en un país pobre como el Perú, representa no creer que los peruanos podamos crear más riqueza, solo logren votaciones minúsculas. Solo así hace sentido que el pueblo manifieste ahora su aprobación al Presidente Toledo, reconociendo el lado bueno de su gestión, después de haberlo castigado por su frivolidad y ausencia de liderazgo, durante casi todo su mandato – pero, ¿han escuchado a algún tipo de dirigente, que le reconozca algún mérito al presidente? Así también se entiende, que después de la batahola electoral y a pesar de las naturales resistencias que inspira el Presidente García, el sentimiento nacional empieza a mostrar síntomas de mayor confianza en su futura gestión y en general una expectativa de que se nos vienen años mejores.

La verdad, me parece, es que nuestra gente es fértil a las ideas de la modernidad, todavía tienen oídos para ideas nuevas cuando les son expresadas con sinceridad y cercanía. El Perú sigue siendo posible, no es un estado fallido, porque su gente tiene la capacidad de sumarse a la aventura de la modernidad, pero hay que llegar a ellos, hay que hacerles notar que al Perú sí le puede ir muy bien, que solo depende de cómo nos organizamos y de que estrategias de desarrollo emprendemos.

El próximo gobierno tiene una extraordinaria oportunidad de éxito, ojala no se deje arrastrar por las agendas de los falsos dirigentes, que plantean los debates constitucionales, el proteccionismo y la oposición a la integración de nuestra economía al mundo global, la revisión de los contratos y la destrucción de la economía de mercado. Hay que marcar la diferencia y asumir con valentía la conducción nacional hacia la transformación productiva, hacia la modernidad y el progreso, promoviendo el debate de una agenda diferente a la agenda política tradicional, la agenda del desarrollo.

Cuando sigamos reflexionando sobre el fenómeno del sur y sobre la búsqueda de la inclusión, y nos atrevamos a fomentar un debate nacional serio, no caigamos en el juego de las dirigencias espurias, no les demos la representación del sentir popular, no basta leer ni llegar a los intermediarios de la opinión pública, debemos llegar al ciudadano común.

La falsa representación nacional, su intermediación es otra expresión de la falencia de nuestra clase dirigente.

Mucho se ha hablado en el Perú sobre la debilidad de nuestra clase dirigente. Fue tema de gran preocupación para Manuel Pardo, Víctor Andrés Belaunde y Jorge Basadre, entre muchos otros prohombres de nuestra historia. Humildemente, creo que es una tragedia que el Perú, que tiene una gran historia, no sea parte de la historia moderna; que un país pleno de oportunidades, carezca de realizaciones; que con todos los recursos para alcanzar el desarrollo y el bienestar, y especialmente un pueblo noble, creativo y esforzado, seamos pobres. Y todo esto fundamentalmente, por los errores de nuestra clase dirigente.

Cuando hablamos de la clase dirigente y criticamos sus desaciertos, nos lamentamos que no sepa educar a las mayorías y dirigirlas hacia el esfuerzo colectivo de la construcción de una patria próspera, y asumimos, que a pesar de sus errores, representan al pueblo, expresan su pensamiento y su sentimiento – pero me temo que no es así, me parece que en el Perú se ha ido produciendo una ruptura entre la clase dirigente y los ciudadanos a quienes dicen representar.

Desde los 80 hemos visto como se ha ido devaluando el ascendiente de los partidos políticos sobre la ciudadanía, tenemos más o menos claro que los dirigentes gremiales empresariales y laborales tampoco ejercen un liderazgo suficientemente amplio, los primeros por su criticable ausencia en el debate nacional, y los segundos por su falta de sintonía con la verdadera clase trabajadora, los emprendedores y los auto-empleados. Del mismo modo es notoria la ausencia de los viejos de la tribu, de las reservas morales, como voces de alcance nacional. Sin embargo, todavía existe la sensación que en la base de la ciudadanía, en las regiones y localidades si existe, en los dirigentes de base, una representación auténtica de la opinión ciudadana; pero me parece que no es así.
Por lo tanto, es hora de acercarse a los ciudadanos comunes y corrientes con un mensaje positivo de afirmación nacional, con una visión exitosa de futuro y con un compromiso de acción auténtico y sentido, en la dirección de la construcción de una sociedad inclusiva – que pasa necesariamente, por llevar a la sierra y a los pobres, a la economía de mercado.

Friday, July 07, 2006

Un necesario cambio de Paradigma (2-7-06)

De cómo hay que pasar, de influir en los tomadores de decisiones, a influir en la base ciudadana.

Hasta el año pasado, y desde que tengo recuerdos y referencias, los grupos de poder, los grupos económicos, los movimientos laborales, los movimientos académicos e intelectuales, se han visto obligados o han creído conveniente, acercarse al poder político para influir en el ambiente económico, social o institucional del país, con el propósito de defender sus intereses individuales o de grupo, para obtener privilegios, y a veces para ilustrar a los tomadores de decisiones.

Por décadas, el poder político, que ha concentrado una cuota excesiva de poder, tanto durante los gobiernos totalitarios, como en los democráticos, ha atraído a la clase dirigente hacia una relación más parecida a la que se tiene entre reyes y súbditos, que a la que se da entre ciudadanos y los administradores del bien común. Esta relación se ha caracterizado por fomentar vínculos de adulación, de corrupción o de sojuzgamiento, que fundamentalmente han sido muy poco transparentes, de tratos debajo de la mesa y generando en la clase dirigente, una aparente anomia, con una notoria ausencia de participación pública, en el necesario debate nacional.

El ambiente descrito es típico de economías pequeñas y cerradas, como la del Perú. Promueve la macrocefalia del estado y la centralización económica, es territorio fértil para la implantación de estrategias de desarrollo proteccionistas, como la sustitución de importaciones, y para el empoderamiento de castas políticas, empresariales y laborales, conservadoras, resistentes al cambio y que detentan la representación nacional, solo para proteger sus espacios de poder, a espaldas de las grandes mayorías.

No es pues de extrañar que hayamos construido una sociedad excluyente. Pero todo tiene un límite. ¿Cómo se rompe esa estructura de poder? ¿Cuál es el síntoma de su fin? – Me atrevo a decir, que su ocaso empieza a través de una crisis generalizada de confianza, como la que estamos atravesando desde hace algunos años.

Durante los últimos 25 años hemos atravesado tres grandes crisis; al final de los 80, una crisis generalizada en lo económico, lo social y lo institucional; al final de los 90, una profunda crisis moral; y durante los últimos años la actual crisis de confianza. Este proceso ha llevado a nuestra población a no creer ya que al Perú le pueda ir bien, ha perder sensación de futuro, a no confiar en las instituciones del estado, ni en los partidos políticos, y a pensar, como el 87% de nuestros jóvenes, que es mejor emigrar – una de las mayores tragedias que puede sufrir una nación.

¿Cuál puede ser el sentimiento nacional, si durante 40 años equivocamos el camino del desarrollo, si pasamos de crisis en crisis y si no podemos dibujar una visión de futuro? ¿Debemos entender el voto de la sierra como el apoyo a un caudillo, o como la expresión del sentimiento nacional?

Evidentemente la situación actual plantea mucho por hacer, y nos enfrenta con la necesidad de un serio debate nacional, pero en términos de las relaciones de la clase dirigente con el poder político, nos exige un cambio de paradigma. En el futuro ya no será suficiente acercarse al poder, para sostener el statu quo o para modelar un espacio de progreso, si no influimos en la base ciudadana y logramos transformar el sentimiento nacional de frustración, en uno que estimule un sentimiento de participación en la construcción de un futuro común.

Pero no se puede influir en el pueblo adulándolo o corrompiéndolo, solo se puede influir, acercándose a el, escuchándolo, explicándole nuestras ideas y sustentando nuestros puntos de vista. Expresando nuestros intereses con transparencia, encima de la mesa, exudando compromiso con el Perú y sinceridad de propósitos.
Menudo reto para nuestra clase dirigente, especialmente para la limeña, acostumbrada desde la colonia, a los balcones con baldosas, las tapadas y la cortesanía.